miércoles, 5 de octubre de 2011

Mi primera visita a Polonia

La primera vez que pisé suelo polaco fue en el aeropuerto de Katowice. La hermana Ewa me esperaba, con el rostro sonriente, para llevarme hasta Zabrze. Durante los primeros días de mi estancia con la comunidad estuve la mayor parte del tiempo con Ewa, ya que Joanna y Magda andaban en Kracow finalizando los estudios. De aquellos primeros días recuerdo, especialmente, la primera conversación que mantuve con Ewa sobre Palau y el CMS. De alguna manera sentí que lograba romper la barrera personal y cultural que la ella había dispuesto en torno a mí. También recuerdo aquella limpieza general a la que fui educadamente invitado a participar por Ewa. Mi primera eucaristía en polaco con los ojos de los lugareños posados sobre mí y algún que otro murmullo a la salida.

Tras el fin de semana llegaron las ausentes y vinieron días de adaptación a aquella realidad tan nueva y diferente para mí, pero también de adaptación de aquella pequeña comunidad de hermanas no muy seguras de que tenían que hacer conmigo ni de que pintaba yo allí. La actividad por las tardes con los niños, los momentos de oración en comunidad, las conversaciones durante la comida y su curiosidad en torno al CMS hicieron que, poco a poco, encontrara mi espacio y justificara mi presencia en su pequeño y seguro mundo. Compartir mis experiencias con ellas y dar a conocer el Carmelo Misionero Seglar lograron que me sintiera satisfecho con el viaje emprendido, pues intuía que se había plantado una pequeña semilla que algún día, con el apoyo de nuestro buen Dios, daría frutos para nuestra asociación.

Se me quedaron grabadas la capacidad de trabajo y de organizar de Ewa, la inteligencia y sensibilidad hacia los laicos de Magda y la bondad y simpatía de mi querida Joanna. Por supuesto las partidas nocturnas de juegos de nombre irrecordable para mí, algún breve pero intenso Ping-pong con Joanna y la emoción de los primeros partidos de aquel mundial de futbol, que acabaríamos ganando a la postre, y que compartí con ellas.

En cuanto al motivo inicial de mi viaje que no era otro más que el de poder conocer de primera mano aquel proyecto en el que, desde los diferentes grupos, habíamos participado económicamente, se hizo posible felizmente. Para mí era importante transmitirles que nuestro apoyo e interés no era tan solo económico, que detrás de las cifras sabíamos que había personas. Y esas personas se mostraron ante mi… niños que reían ante mi torpe forma de acercarme a su idioma, niños que no me entendían que no sabían que pintaba yo allá y no les importaba, niños que me reconocían por el barrio y me pedían que les llevara a hombros, niños de rostros sonrientes y caras sucias que me llamaban a gritos Pan Paco cuando me veían.

Cuando no estaba con la comunidad tuve la oportunidad de visitar Zabrze, pero también Wroslaw, cuna de mi admirada Edith Stein, el santuario de la Virgen negra en Tcestojowa y por supuesto la bella, bellísima, Kracow. Y allí entré en contacto con la comunidad de Carmelitas misioneras, que me acogió con naturalidad y cariño. No me extenderé mucho sobre aquel fin de semana que pasé con ellas pero dejaré constancia de que de aquel primer encuentro surgiría meses después la invitación que me llevaría de vuelta a Polonia un año después de mi primera visita. Pero esto, queridos amigos, es otra historia que contaré en otra entrega.

Para terminar quisiera hacer especial hincapié en dos aprendizajes (emocionales e intelectuales) que se dieron en mí tras aquel viaje.

1. Se afianzó con fuerza en mi interior la idea, experimentada por vez primera con claridad durante mi viaje a Colombia, de Iglesia Universal. De Iglesia que comparte carismas, enseñanzas y comunidades. De hermanamiento, más allá de lenguas y culturas, desde la fe, de espiritualidad compartida y de afecto reconocido.

2. La satisfacción de sentirme testigo y transmisor de nuestra asociación en tierras extrañas, al acercar y dar a conocer en primera persona la realidad del Carmelo Misionero Seglar, a la vez que trasladaba algo que para mi era (y sigue siendo) evidente: su proyección como elemento de pervivencia de la espiritualidad Palautiana en el tiempo.

Paco

CMS Valladolid

1 comentario:

Conchita dijo...

Gracias por compartir la bella experiencia de tu viaje a Polonia, de espiritualidad compartida, de fraternidad, de afecto...de Iglesia.