martes, 29 de marzo de 2011

SOBRE EL PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL PALAUTIANO EN ÁVILA.



Hola soy Mª Jesús y soy miembro del Carmelo Misionero Seglar del Prat de Barcelona, y quiero compartir con todos vosotros mi experiencia sobre lo vivido en estos días sobre mística y misión.

Mi participación en este congreso ha sido positiva y muy enriquecedora y he podido aprender mucho. Una de la cosas es que todo cristiano puede ser místico y misionero. He descubierto que una misión en todo ser humano es estar abierto a todo lo que Dios quiera de cada uno de nosotros. He gozado cuando he oído el testimonio de persones que dedican su tiempo a los demás sin importarles la raza, la condición ni lugar de origen, pero movidos por un sólo Espíritu, el del amor de Dios.

He sentido una gran alegría al poder escuchar a las carmelitas misioneras hablar del Padre Palau en su mística y misión. Lo han preparado muy bien y han transmitido con una gran ilusión lo que sienten, lo que viven y lo comparten.

Sólo puedo decir que estoy muy contenta de haber participado y animo a mis hermanos del Carmelo Misionero a que en otra ocasión no se lo pierdan. Hemos participado un grupo importante podíamos haber sido más.

Gracias por todo lo vivido.

María Jesús

CMS EL PRAT

domingo, 27 de marzo de 2011

IMÁGENES DEL PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL PALAUTIANO

Hola nos enviamos el siguiente enlace en el que podréis ver algunas imágenes del primer congreso internacional Palautiano.



https://picasaweb.google.com/lh/sredir?uname=catedrapalaucm&target=ALBUM&id=5586844686499673105&authkey=Gv1sRgCOLWnPr0w7ivGw&feat=email

Nos gustaría que alguno de los que habéis participado, en especial los miembros del CMS, os animaráis a escribir vuestra experiencia y compartirla con todos nosotros.

Hasta pronto y ánimo.

CMS BADALONA

sábado, 26 de marzo de 2011

DOMINGO III de CUARESMA

La samaritana

El relato (Jn 4,5-42). Jesús, cansado del camino, se sentó junto al manantial de Jacob. El pozo es hondo y Él no tiene cubo con que sacar el agua. Se acerca una mujer. Podría significar una solución, pero los judíos no se hablan con los samaritanos. ¿Cómo iba un varón judío a pedir un favor a una mujer samaritana? Jesús lo hace, provocando su extrañeza. Se establece un diálogo y Él excava en el corazón de esta mujer que, lentamente, revela lo que lleva dentro, reconociendo su pecado y su insatisfacción. Confiesa que ya ha convivido con seis hombres, pero sigue sedienta de algo que apague el deseo de felicidad que le quema. Finalmente pide con humildad a Jesús: «Dame de tu agua». La liturgia interpreta que Jesús no tiene sed de agua material, sino del alma de esta mujer, de su salvación: «Cristo, al pedir agua a la samaritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe, y si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer fue para encender en ella el fuego del amor divino».

En cierto momento, la mujer se convierte en apóstol y dice a sus paisanos: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será el Mesías?». Rogaron a Jesús que se quedara con ellos y Él aceptó. A los dos días, dijeron a la mujer: «Al principio creímos por lo que tú nos dijiste, pero ahora creemos por lo que hemos visto y oído». En este relato se produce un descubrimiento progresivo de la identidad de Jesús. Se comienza viendo en Él un hombre sediento. Cuando se le escucha, se descubre un maestro. Su doctrina es tan profunda que no puede venir de la tierra, tiene que ser un enviado de Dios. Él mismo confiesa a la mujer que es el Mesías. Se termina afirmando que es el salvador del mundo.

El pozo y la sed. Toda la historia de Israel va unida a la excavación de pozos, de los que extraer el agua para los hombres y sus ganados. Lo hicieron Abrahán (Gn 21,30), Isaac (Gn 24,62) y Jacob (Jn 4,6). Moisés encontró una esposa junto al pozo de Madián (Ex 2,15) e hizo brotar agua en el desierto (Ex 17,6). Mientras que el que bebe del agua de esos pozos, vuelve a tener sed, Jesús ofrece otra de naturaleza distinta, que salta hasta la vida eterna. Ya los salmos hablaban de una sed que no es fisiológica, sino más profunda: «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo» (Sal 42 [41],3); «Oh Dios, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti» (Sal 63 [62],2).

San Juan explica que la referencia de Jesús al agua viva, que brotará del corazón de los creyentes, se refería al don del Espíritu Santo (cf. Jn 7,37-38). Con anterioridad, Jesús había dicho a Nicodemo que «hay que nacer del agua y del Espíritu» (Jn 3,5). Estos textos ponen en relación el agua prometida a la samaritana, la sed de Cristo en la cruz y los dones del bautismo y del Espíritu Santo. Ambos prefigurados en el agua que brotará del corazón de Cristo en la cruz (cf. Jn 19,34).

La samaritana. Es una imagen muy lograda de aquellos que buscan la felicidad donde no se encuentra. Como ella, en su búsqueda de la felicidad, muchos ponen el corazón en diferentes proyectos. Dejan uno y toman otro, con el deseo de que el próximo sea algo mejor que el anterior. Pero siguen sedientos y cada vez esperan menos de la vida, ya que sus sueños se van desvaneciendo uno tras otro. Se conforman con un poco de agua que calme momentáneamente sus deseos.

Pero, en cierto momento, Jesús se hace presente a su lado y los hace descubrir su vacío interior. Algunos se sienten incómodos y lo rechazan. Otros asumen la verdad y lo acogen, como hizo la samaritana. Quienes reconocen su debilidad y aceptan su sed, se abren a la obra de Cristo, suplicándole: «Señor, dame de tu agua». Entonces, Él hace brotar de sus corazones «un manantial de agua viva, que salta hasta la vida eterna». El pecado no tiene la última palabra. Si Cristo es acogido, da el perdón y la paz, revela sus misterios, renueva por dentro. Sucedió con la samaritana. Sucede cada vez que un hombre se abre a su gracia.

La Iglesia. Se reconoce en la samaritana. Confiesa con humildad los pecados de sus hijos y pide perdón por ellos: «Señor, mira con amor a tu pueblo penitente y restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas». Estaba sedienta de felicidad y la ha buscado en aljibes agrietados (cf. Jr 2,13). Pero, después de escuchar la predicación del Señor, resurge en ella el deseo de conversión, por lo que retoma las prácticas cuaresmales con renovado empeño y suplica con humildad: Señor, danos de tu agua, la que brota de tu costado, porque solo en ti está la fuente de la vida.

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

sábado, 19 de marzo de 2011

DOMINGO II DE CUARESMA

La transfiguración

Al domingo de las tentaciones, sigue el de la transfiguración. Esto nos recuerda que, si perseveramos y superamos las pruebas, podremos contemplar el rostro glorioso de Cristo.

El Mesías sufriente. La transfiguración tiene lugar después de la confesión de Pedro en Cesarea («Tú eres el Mesías», Mc 8,29) y del primer anuncio de la pasión («Jesús empezó a enseñarles que tenía que padecer mucho», Mc 8,31), antes de iniciar el viaje que le llevará a la muerte (Mc 9,2ss). El contexto explica el mesianismo de Jesús, al que no caracteriza el poder, sino el servicio; no la gloria humana, sino la humillación. Pedro no lo entiende, porque le parece imposible que el Mesías deba sufrir. Como sus contemporáneos, esperaba un Mesías fuerte y poderoso. Esto explica muchos de los malentendidos que más tarde tendrán lugar (las discusiones sobre qué discípulo será el más importante en el reino, las preguntas sobre cuándo se establecerá, la petición de sentarse a su derecha, etc.)

La montaña y la nube. El evangelio subraya que la transfiguración tiene lugar en una «montaña alta» (Mc 9,2; Mt 17,1), lo que la pone en relación con otros montes bíblicos, como el Sinaí, donde Dios hizo alianza con Moisés, y el Carmelo, donde la renovó con Elías. De hecho, ambos están presentes en el Tabor, para dar testimonio de Cristo, el mediador de la definitiva Alianza, que se sellará en el Calvario.

La nube simboliza la presencia de Dios. En el desierto, Dios se señalaba por medio de una nube que «descendía» sobre la tienda del encuentro, «cubriéndola» con su sombra (Ex 24,15-18). Esa misma nube es la que «descendió» sobre María y la «cubrió» con su sombra para fecundarla (Lc 1,35) y ahora «desciende» sobre Jesús y le «cubre» (Mc 9,7). Es significativo el uso de los mismos verbos en los tres textos.

Los testigos y la conversación. Los discípulos presentes (testigos del poder de Jesús) se encontrarán también en Getsemaní (testigos de su debilidad). Así podrán dar testimonio de la gloria del Siervo. Su miedo es el temor sagrado de quienes descubren la identidad de Jesús, al mismo tiempo Mesías y Siervo. En la transfiguración, vieron la gloria de Dios en la debilidad de Jesús; la divinidad en su humanidad; su salvación en el camino de la cruz.

De gran importancia es la presencia de Moisés y Elías. El primero se encuentra en los orígenes del judaísmo y el segundo era esperado al final de los tiempos, para preparar la llegada del Mesías. Representan «la Ley y los Profetas» (expresión común en la Sagrada Escritura para referirse a toda la Biblia) y dan un testimonio concorde: que Jesús cumple las esperanzas de Israel, que es el Profeta definitivo, que anuncia la Palabra de Dios.

La conversación. San Lucas señala que «hablaban de su muerte (en griego éxodos), que iba a consumar en Jerusalén» (Lc 9,31). En su diálogo con el Padre, con la Ley y los profetas, se confirma que Jesús es el siervo de YHWH, que debe pasar por la cruz para llegar a la gloria. Una vez más, asume la misión para la que ha venido al mundo y acepta la voluntad del Padre. Así muestra que la verdadera oración consiste en unir nuestra voluntad a la de Dios.

Anticipo de la resurrección y de la gloria futura. Siguiendo a los Santos Padres, la liturgia ve en la transfiguración un anticipo de la resurrección: «Cristo, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el resplandor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección». Si la transfiguración de Cristo es anticipo de la resurrección de su cuerpo mortal, también revela nuestro destino final, ya que es anuncio de la futura glorificación de su cuerpo místico, del que formamos parte.

La Iglesia quiere subir con Cristo al monte, aunque le cueste trabajo. En el momento oportuno, también ella será transfigurada y se manifestará «resplandeciente de gloria, como una piedra preciosa deslumbrante» (Ap 21,11). Pero antes tiene que estar dispuesta a pasar por el crisol de la humillación y de la cruz, como su Esposo. Si a veces Dios nos permite contemplar la gloria de Cristo, es para fortalecer nuestra esperanza y para animarnos en el camino hacia Jerusalén.

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

AÑO HOSPITALARIO 2011


El sabado 26 de febrero la Hospitalidad de Ntra. Sra. de Lourdes en Murcia, nombró Hospitalario del Año 2011 a nuestro hermano y amigo Pedro José del CMS de Molina.
En su agradecimiento Pedro José resaltó la importancia de AMAR-DAR-SERVIR Y OLVIDARSE DE UNO MISMO en favor de los hermanos, especialmente de los que sufren por cualquier motivo y también dió gracias por sentirse IGLESIA.
CMS MOLINA

ACTOS DEL BICENTENARIO PADRE PALAU EN MOLINA DE SEGURA

El pasado sábado 26 de febrero en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Molina de Segura, con una parroquia a rebosar, celebramos con alegría el primer acto en honor del P.Palau dentro del Año Jubilar Palautiano. La Eucaristía fue presidida por el Vicario Episcopal de la Zona Suburbana I de la Diócesis de Cartagena, D. Fernando Valera, y concelebrada por varios sacerdotes que trabajan pastoralmente en las cuatro parroquias de Molina.
El vicario en su homilía resaltó la gran pasión del P.Palau por la Iglesia y su convicción y entrega a la misma a través del Amor a Dios y al Prójimo.
Fue una celebración gozosa en la que tanto las Hermanas Carmelitas como el Carmelo Misionero Seglar sintiéndonos una misma familia, dábamos gracias por el gran don del Beato Francisco Palau, al habernos transmitido a sus hj@s el gran amor a la Iglesia.

ACTOS EN MOLINA DE SEGURA

Sábado 26 de Febrero de 2011: Eucaristía 7 de la tarde. (Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús).

SEMANA PALAUTIANA: Del 21 al 27 de Marzo- Parroquia de la Sagrada Familia

Catequesis de Niños y Adolescentes.

Miércoles 30 de Marzo de 2011: Vigilia de Oración a las 8.30 de la tarde. (Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús).

Martes 24 de Mayo de 2011: “Vida y Misión del Beato Francisco Palau” presentado por la Hna. Gracia Navarro (Carmelita Misionera)

“Misterio de liberación” presentado por D. Alberto Guardia (Párroco de la Sagrada Familia). 8.30 de la tarde en el Centro Social “Las Balsas”

OTROS ACTOS:

Todos los martes oración de Vísperas con el P. Palau. 8 de la tarde, Parroquia Sagrada Familia.

Último jueves de cada mes: Oración Palautiana ante el Santísimo. Media hora antes de la Eucaristía en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús.

Mes de Mayo 2011:

Ejercicio del Mes de Mayo a la Santísima Virgen… Ofrecimiento de las flores del P. Palau.

Parroquia de la Sagrada Familia a las 7 de la tarde.

Al finalizar la misa en la Parroquia del Sagrado Corazón Jesús

Santo Rosario con meditaciones del P. Palau.

Los 4 jueves de Mayo:

Antes de la Eucaristía en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús.

Los 4 sábados de Mayo:

A las 8.15 de la tarde en la Parroquia de la Sagrada Familia.

Mes de Diciembre 2011:

Jueves 29 de Diciembre: Clausura del Bicentenario en la Parroquia de la Sagrada Familia.


CMS MOLINA

sábado, 12 de marzo de 2011

DOMINGO I DE CUARESMA

Retiro de Cristo en el desierto y tentaciones

El Desierto es, ante todo, lugar de silencio y soledad, que sitúa al hombre ante las preguntas últimas, ya que le permite alejarse de las ocupaciones cotidianas para encontrarse con Dios. Por eso Oseas lo presenta como un espacio donde surge el amor: «La llevaré al desierto y le hablaré al corazón» (Os 2,16). Para Israel es un lugar rico de evocaciones, que hace presente toda su historia: Abrahán y los patriarcas fueron pastores trashumantes por el desierto. Moisés se preparó en el desierto para su misión y regresó para realizarla. Allí se manifestó el poder y la misericordia de Dios, así como la tentación y el pecado del pueblo. No podemos olvidar las connotaciones que el desierto ha adquirido en nuestra cultura como imagen del sufrimiento físico y moral, de la pobreza y el abandono. Jesús ha descendido a esas realidades, para rescatarnos. Él se ha dirigido al desierto para unirse a todos los que sufren, llevando a cumplimiento las promesas de Dios a Israel.

Las tentaciones. En el bautismo, la voz del Padre identifica a Cristo con el siervo de YHWH, que carga sobre sus espaldas con el pecado del mundo. El mismo Espíritu que lo consagra, lo empuja al desierto «para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1). Esto quiere decir que estamos ante un acontecimiento que tiene que ver con su misión; es decir, con nuestra salvación. Satanás le propuso utilizar su poder en provecho propio y seguir el camino del triunfo. Todo lo contrario de lo que Dios espera de su siervo. Es la misma tentación que se presentó en otros momentos de su vida (cf. Lc 4,13), principalmente en la Cruz (cf. Mt 27,40-43). Jesús superó las tentaciones sometiéndose a los planes de Dios: «Aprendió sufriendo a obedecer» (Heb 5,7-8). Cuando dice que «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4), está afirmando la absoluta prioridad de la voluntad de Dios sobre sus propias necesidades o proyectos. Él se abandonó en las manos del Padre, a pesar de que el siervo sufriente parecía condenado al fracaso. Así «nos dejó un ejemplo, para que sigamos sus huellas» (1Pe 2,21).

Cristo venció sometiéndose al Padre. Y su victoria es ya nuestra victoria. Por eso, la liturgia confiesa que Jesús fue tentado «por nosotros», en favor nuestro. San Pablo lo explica con el paralelismo entre el primer y el definitivo Adán: Si la culpa del primero afectó a todos sus descendientes, ¡cuánto más la victoria del segundo! (cf. Rom 5,17). Adán, por su desobediencia, fue expulsado del Paraíso al desierto. Jesucristo, con su obediencia, nos abre el camino del desierto al Paraíso.

En esta Cuaresma, todos estamos llamados a ir al desierto, para unirnos a Cristo y vencer, con su ayuda, todas las tentaciones y contradicciones de la vida. Con Él sí que podemos.

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

jueves, 3 de marzo de 2011

LA CUARESMA

La mañana del 22 de febrero tuvo lugar en la oficina de prensa de la Santa Sede la presentación del Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2011, que lleva por título: "con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado", tomado de la carta de San Pablo a los Colosenses.

La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmant del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infància pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.

El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los m uertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.

Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.

2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien està bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.

El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.

El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la litúrgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.

El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».

Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto?»(Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.

El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos la Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).

En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años… Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención
hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.

En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.

Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.

BENEDICTUS PP XVI



Beato Francisco Palau motivo de fiesta en Beja Carmelitas Misioneras y Carmelo Misionero Seglar de Portugal unidos en torno a su fundador

La parroquia del Carmen (Beja) ha recibido el 26 febrero algunas iniciativas conmemorativas del Bicentenario del Nacimiento de Francisco Palau (Fundador del Carmelo Misionero).

Por la mañana, en la catequesis parroquial, los niños han tenido la oportunidad de conocer a “Francisco – Atleta del Espíritu” a través de una presención power point y una exposición.

“Beato Francisco Palau, un carisma para el siglo XXI” ha sido el tema para una presentación-debate, con la presencia de carmelitas consagrados y seglares. Fue una oportunidad para algunos conocer mejor el Beato Francisco Palau, su vida y su misión, y para otros, un primer contacto con él.


Sacerdotes de la Orden del Carmen, Carmelitas Misioneras y Carmelitas Misioneras Seglares de Beja y Faro compartieron el alimento del espíritu, como piedras vivas de la casa del Señor. Esta celebración Eucarística ha sido vivida en comunión con toda la Familia y en agradecimiento al Señor por el don del Carisma de nuestro fundador a la Iglesia.

D. Antonio Vitalino, obispo de Beja, no ha conseguido disimular su gran alegría por presidir a esta celebración, él que también es un hijo del Carmelo.

Ha sido una celebración muy alegre, muy digna, muy bien preparada. Hemos vivido el gran gozo de pertenecer al Cuerpo de Cristo, la Amada Iglesia del Beato Francisco Palau.

CMS BEJA