sábado, 24 de septiembre de 2011

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A



San Mateo 21, 28-32

Cuando uno escucha el evangelio de este domingo, no puede menos que recordar aquella famosa frase de San Ignacio “el amor se muestra más en obras que en palabras” o, incluso, aquello de Diógenes “el movimiento se demuestra andando”.

¿Cómo es nuestra respuesta al Señor? ¿Sincera o disfrazada? ¿Convencida o tímida? ¿Optimista o derrotista? ¿Charlatana o con manos a la obra? En la parábola de este domingo, los dos hijos, pueden representar la respuesta que, en más de una ocasión, ofrecemos y damos a Dios o a la misma Iglesia:

- Yo seré catequista; y, a continuación, digo no servir para ello

- Me ofreceré como lector de la liturgia; y, luego, alego que los nervios me lo impiden

- Prometeré un donativo mensual para los pobres o para la autofinanciación de la parroquia, y luego, me justifico diciendo “otra vez será”

-Me comprometeré en la Cáritas parroquial, en el grupo de Biblia, haré una visita al Santísimo, procuraré no faltar a la Eucaristía dominical o incluso diaria; luego –la seducción de otras cosas- deja a Dios en el último lugar. En definitiva, palabrería: un “SI” pero un “NO”.

No podemos dejar que, la gran viña del Señor, sea cuidada, podada y abonada exclusivamente por Dios. ¿Dónde están sus braceros? ¿Dónde nos encontramos nosotros? “Señor, ¿qué quieres que haga?” y “¡Padre, hágase tu voluntad!”, son la pregunta y la petición de los hijos legítimos, de los que no engañan, de los que entran seguros en el Reino de los Cielos. ¿Sabemos hacer también nosotros esta petición y esta pregunta?... .

Por eso, Señor, ayúdame…

quiero, que cuando Tú me envíes,

pueda salir a cuidar y trabajar la viña que Tú tanto amas.

PARA TODOS NUESTRO SALUDO.

CMS Trigueros

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