sábado, 18 de junio de 2011

Fiesta de la Santísima Trinidad

El domingo es la fiesta de la Santísima Trinidad. Cuando a san Juan de la Cruz le preguntaban por qué celebraba esa fiesta con tanta devoción, respondía: “Porque la Santísima Trinidad es el santo más grande del cielo, el único santo, del que los demás reciben su santidad”. Ante este misterio, la postura más adecuada es la de la adoración. Para ello nos podemos servir de algunos párrafos del texto más famoso de la Beata Isabel de la Trinidad, la Elevación a la Santísima Trinidad:

«¡Oh Dios mío, Trinidad que adoro! Ayúdame a olvidarme de todo para establecerme en ti, inmóvil y pacífica, como si mi alma ya estuviera en la eternidad. Que nada pueda alterar mi paz, ni hacerme salir de ti.

¡Oh Cristo amado mío, crucificado por amor! Quisiera ser una esposa para tu corazón; te quisiera cubrir de gloria; te quisiera amar hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia y te pido ser revestida de ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la tuya, sumergirme en ti, ser invadida por ti, ser sustituida por ti para que mi vida no sea sino una irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador, como Salvador.

¡Oh Fuego abrasador, Espíritu de amor! Desciende sobre mí para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para Él una humanidad suplementaria en la que renueve todo su misterio.

Y tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo predilecto en quien tienes tus complacencias.

¡Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza! Sumérgete en mí para que yo me pueda sumergir en ti hasta que vaya a contemplar en tu luz el abismo de tus grandezas».

En la misma escribió un comentario a su oración en una carta escrita pocos días después: «Dice san Agustín que “el amor, olvidándose de su propia dignidad, está sediento de ensalzar y engrandecer a la persona amada. Sólo tiene una medida: no tener medida”. Yo pido al Señor que le colme a usted con esa medida sin medida, “conforme a la riqueza de su gloria”, y que el peso de su amor le arrastre hasta aquella feliz pérdida de la que habla el Apóstol cuando exclamaba: “vivo yo, pero no soy yo: es Cristo quien vive en mí”. Éste es el sueño de mi alma de Carmelita, y creo que éste es también el usted. Y, sobre todo, ése es el sueño de Cristo, y a Él le pido que lo haga plena realidad en nuestras almas. Seamos para Él, en cierto modo, una humanidad suplementaria en la que Él pueda renovar todo su misterio. Yo le he pedido que se instale en mí como Adorador, como Reparador y como Salvador. Y no acierto a decirle qué paz produce en mi alma pensar que Él suple mi impotencia y que, si caigo a cada momento que pasa, Él está allí para levantarme y para introducirme más en Él, en lo hondo de esa esencia divina en la que habitamos ya por la gracia y donde quisiera sepultarme a tal profundidad que nada pudiese hacerme ya salir. Ahí mi alma se encuentra con la suya y, al unísono con ella, hago silencio para adorar a este Dios que nos ha amado de manera tan divina» (Cta. 214).

Para quien quiera escuchar unas palabras sobre sor Isabel:

http://www.youtube.com/watch?v=RQELqC3W9kY

Quien quiera profundizar en el origen de la fiesta de la Trinidad y en un comentario al poema La Fonte de san Juan de la Cruz, puede clickar en la reflexión que os mandé el año pasado.

http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/ESDM/SANTISIMATRINIDAD.htm

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

2 comentarios:

Javier y Conchita dijo...

Experimentar el misterio de La Santísima Trinidad nos deja sobrecogidos, en la Eucaristía se nos hace presente, en silencio brota de nosotros desde la contemplación la gratitud la adoracióm...
Que podamos amarle sin medida, Dios necesita personas que hagan de su vida toda una ofrenda.

CMS Trigueros dijo...

Para nosotros, los cristianos, vivir es convivir, es amar. Y es imposible el encuentro con Dios si no hay encuentro con el hermano. Solo vivimos si convivimos, porque somos imagen de Dios trino, comunidad de amor. Solo en comunidad somos signo en el mundo de nuestro Dios trinitario, y solo en comunidad nos realizamos como personas verdaderas.