domingo, 29 de mayo de 2011

La verdadera alegría

La primera lectura de la misa de hoy dice que el diácono Felipe anunció el evangelio en Samaría y “la ciudad entera se llenó de alegría” (Hch 8,8). Es sorprendente descubrir que el evangelio ha sido fuente de paz y de alegría para tantas generaciones de cristianos. Fuente de la verdadera paz y de la verdadera alegría, porque hay ocasiones en las que no tenemos conflictos, pero eso no significa que vivamos en paz. Y hay ocasiones en las que tenemos experiencias placenteras, pero eso no significa que gocemos de la alegría.

La verdadera paz y la verdadera alegría, las que el mundo no puede dar, porque no las posee, provienen de lo que Jesús dice en el evangelio de hoy: “No os dejo solos… Volveré a vosotros… Os daré mi Espíritu” (Jn 14,18ss). Estas palabras las dice en su discurso de despedida, después de la última cena. Efectivamente, después de su muerte en la cruz, regresó a la vida, se apareció a los discípulos, dándoles su paz (Jn 20,19) y ellos “se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn 20,20). A continuación “sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,22).

Estas no son historias antiguas. Lo que sucedió entonces sigue aconteciendo hoy. Jesús resucitado se hace presente en nuestras vidas, nos da su paz y su alegría, nos comunica su Espíritu. Por eso podemos vivir gozosos, a pesar de las contradicciones de la vida, a pesar de los sufrimientos y de las humillaciones. Si el Espíritu de Jesús vive en nosotros, eso significa que somos partícipes de su misma vida y un día seremos herederos de su reino. Porque me lo creo, solo me queda orar con san Juan de la Cruz, pidiendo a Cristo que lleve a plenitud su obra en mí, que no se eche a perder su proyecto de amor sobre mi persona:

Gocémonos, Amado,

y vámonos a ver en tu hermosura

al monte ó al collado

do mana el agua pura;

entremos más adentro en la espesura.

Y luego a las subidas

cavernas de la piedra nos iremos,

que están bien escondidas,

y allí nos entraremos,

y el mosto de granadas gustaremos.

Allí me mostrarías

aquello que mi alma pretendía,

y luego me darías

allí, tú, vida mía,

aquello que me diste el otro día:

El aspirar del aire,

el canto de la dulce Filomena,

el soto y su donaire,

en la noche serena,

con llama que consume y no da pena.


P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

2 comentarios:

cmsbadalona dijo...

Estas palabras sólo pueden salir de la persona "enamorada" que responde al gozo de Dios. Es el momento de la persona que agradece el don de Dios y amorosamente le responde.
Jesús nos envía el Espíritu de amor y luz como fuerza en el camino para no desfallecer en nuestra vida. Es el dulcce Huesped del Alma.
El Himno "ven espíritu creador" debería ser mi saludo mañanero, son las mañanitas al dulce Huesped de mi alma.
Que tu espíritu no se desprenda de nuestro caminar y nos allane los pasos para conocer tu voluntad.

CMS Trigueros dijo...

Nuestra reflexión del Cántico Espiritual compuesto por el
santo místico español San Juan de la Cruz, quien en una hermosa y
rítmica poesía, ha delineado a modo de versos el itinerario de
transformación al que va siendo conducida el alma de los creyentes,
por la Gracia, hasta encontrarse con el autor y creador de la misma,
el “Amado” Dios, en donde la fuente misma de la vida y la
existencia desemboca.
Ojala que después de haber leído estas líneas, Dios haya encendido en lo profundo del alma la dulce Llama de Amor Viva, y que conducida por esta imagen gloriosa entremos más adentro en la espesura de Cristo Eucaristía y vernos
reflejados en la infinita hermosura.