lunes, 23 de mayo de 2011

Yo soy el camino y la verdad y la vida

5º Domingo de Pascua - A

EVANGELIO: JUAN 14,1-12

Jesús, tras anunciar la traición que se cierne sobre él, las negaciones de Pedro y su partida, intenta calmar el ánimo de los suyos por la lógica turbación del momento. Sus palabras nos recuerdan las de Isaías a Acaz, cuando “tembló su corazón y el corazón de su pueblo como se estremecen los árboles del bosque sacudidos por el viento... ¡Ten calma, no temas ni desmaye tu corazón!”. En aquella ocasión el motivo del estremecimiento fue el cerco de la ciudad; en el caso de Jesús es la traición de los falsos discípulos, la cobardía de los seguidores y la ausencia del Maestro lo que provoca el desconcierto y el miedo. La comunidad cristiana -entonces como ahora- estaba amenazada por la persecución de los adversarios, por la debilidad interna de sus miembros y por la sensación de olvido y abandono. Las dificultades se multiplican dentro y fuera de ella y, en los más comprometidos, aparece el miedo y la turbación con el riesgo de perder la fe.
El problema no es ya que el mundo se haya situado de espaldas a la luz, sino que los creyentes están dejando que se apague. La barca se agita en medio de la noche, sacudida por el viento y las olas, y la voz del maestro vuelve a sonar con un reproche: “¡Hombres de poca fe! ¿Por qué tenéis miedo?”. Sabe bien que el miedo es la mayor amenaza para la fe, porque es cierto que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.
Para ratificar sus palabras, Jesús se presenta como camino. No caminar con él es andar errante, perdido, sin meta y sin futuro. Conecta así con los sentimientos más profundos del hombre y ofrece una respuesta a su búsqueda. Pero hoy muchos han cesado en la búsqueda, se han instalado en el ahora de espaldas al después. El problema es que sin metas ni ideales ¿qué sentido tiene el vivir? La felicidad consiste en la dicha de saber que la vida tiene sentido y, sin metas, no hay sentido.

Tal vez por eso al camino une la verdad, entendida desde la mentalidad semita, según la cual no es la mentira absoluta lo que más daña al hombre, sino la ignorancia y las medias verdades. Porque, de la mentira abierta y clara podemos defendernos, pero estamos indefensos si nos atrapa la ignorancia o la verdad a medias -mezcla de lo verdadero y lo falso-. Y con la verdad, la vida, que es el complemento necesario y el principal valor, ya que todo es en función de la misma. Jesús es el camino verdadero hacia la vida o, si se prefiere, el camino a la vida verdadera. En estos tiempos de confusión y violencia, mentira y muerte, con el terrorismo y la guerra en tantos lugares, el corazón está amenazado por el desaliento y el miedo. Es necesario y consolador oír las palabras de Jesús para no perder la fe en Dios y en el hombre.

1-2 Dijo Jesús a sus discípulos: «No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no os lo habría dicho, y me voy a prepararos un sitio.

Existe una inquietud entre ellos por el anuncio que ha hecho de su partida. Les pide confianza. Que se fíen de él. Que confíen en Dios tanto como en él. Jesús apela a la fe del judío, que nunca se considera independiente en su relación con Dios, aquel que da a la criatura la estabilidad de la roca, Y apela también a la fe en su persona: si no pueden seguirle todavía, sus discípulos tienen que seguir apoyándose en él, con la misma firmeza que en Dios mismo.

La conmoción de los discípulos, nos comenta L. Dufour, no se debe solamente a la separación de aquel que se había hecho necesario para su existen-cia, sino también a una decepción profunda sobre el valor de la empresa en que los había metido Jesús, cuyo éxito habían esperado.

El judaísmo de la época, muy preocupado por el mundo venidero, se imaginaba el cielo como un conjunto de estancias, en las que algún día llegarían los hombres

La expresión "la casa de mi Padre" había sido aplicada por Jesús al Templo, que se había conver-tido en una cueva de ladrones. Aquí tiene la significa-ción de morada u hogar donde hay habitaciones, lugar familiar de comunidad y vida. Dios ya pertenece al ámbito familiar. El temor y el misterio de lo sagrado pasa a ser cercanía y confianza familiar.

3-4 Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y donde yo voy, ya sabéis el camino.»

Con este lenguaje figurado describe Juan la nueva relación de cada discípulo y de la comunidad con Dios. Ya no es el Dios lejano y tremendo sino el cercano y familiar. Los hombres ya no son sus siervos, son sus hijos, hermanos de Jesús. En la vida nueva nacida del Espíritu se recorre un camino seme-jante al de Jesús.

Ya sabéis el camino porque me habéis visto lo que he hecho y dicho. Todo lo que he estado haciendo y enseñando es el camino. Todo lo que he estado haciendo, hacedlo vosotros. Camino es la praxis, la acción, es el modo de vivir.

5-6 Tomás le dice: «Señor, no sabemos dónde vas, ¿cómo podremos saber el camino?» Jesús le responde: «Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Cuando lo de Lázaro, Tomás estaba dispues-to a morir con Jesús. Para Tomas con la muerte termina todo, incluso le costara reconocer que Jesús ha resucitado, ya lo vimos (20,24). Está desconcertado y no sabe a dónde se marcha Jesús.

La imagen de camino para señalar la orienta-ción de una existencia o una opción decisiva que hay que hacer, es una imagen universal. El israelita pide con confianza: “Dame a conocer tus caminos, Señor… Enséñame tus senderos (Sal 25,4.10)

Jesús no es guía, sino camino hacia el Padre. Es puerta de entrada, como vimos en el evangelio anterior. Por él viene la verdad de la revelación y la vida, que es el resultado. Es un camino auténtico (verdadero) y vital, es verdad y vida en camino.

Es la vida porque es el único que la posee en plenitud y puede comunicarla (5,26). Por ser la vida plena es la verdad total, que puede conocerse y formularse como la plena realidad del hombre y de Dios. Es el único camino porque solo su vida y su muerte muestran al hombre el itinerario que lo lleva a realizarse. Seguirlo, por tanto, consiste en recorrer su camino, asimilarse a su vida y muerte.

7-8 Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora lo conocéis y lo habéis visto.» Le dice Felipe: «Señor, mués-tranos al Padre y nos basta.»

Los discípulos poseen ya un conocimiento de Jesús y, por lo tanto, ven en él al Padre. Pero este conocimiento es progresivo y no es intelectual sino familiar. No se quiere lo que no se roza. Ahondar en el conocimiento de Jesús y practicar el amor nos va haciendo más hijos de Dios.

Felipe está fuera de juego. El que había sido invitado por Jesús a seguirlo, que lo identificó con la figura del Mesías se queda estancado en la tradición recibida y no se da cuenta de que Jesús desborda toda promesa, que él es la presencia misma de Dios en el mundo.

9-10 Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros ¿y no me conoces Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto a mi Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Lo que yo os digo, no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en Mí, él mismo hace las obras.

Jesús le contesta con una queja. Anclado en sus ideas tradicionales le ha impedido el conocimien-to pleno sobre Jesús. El evangelista anotará que solo después de la resurrección comprenderán que Jesús es el nuevo santuario donde habita la gloria.

La presencia de Dios en Jesús es dinámica; a través de él ejerce su actividad. Al ser presencia del Padre, lo es también de su acción creadora.

11-12 Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.

Insiste Jesús en su total sintonía con el Padre. La prueba son sus obras: quien considere la calidad de sus obras, tiene que concluir que son de Dios. Actúa siempre en favor del hombre, y Dios creador tiene que estar necesariamente siempre a favor del hombre, su criatura.

La obra de Jesús solo ha sido un comienzo. Y no se propone como un modelo inalcanzable, el único capaz de hacer tales obras. El discípulo podrá hacer lo mismo y aún más. Da ánimo a los suyos para un futuro trabajo en favor del hombre

1. NADA DE TURBACION, CREED EN MI

Hoy también tenemos muchas incertidumbres, desasosiegos, tristezas…

Los hijos nos llenan de incertidumbres. Su lento madurar nos preocupa. Tantas ofertas vanas que le presenta la sociedad de consumo, nos irrita, porque se dejan llevar, atrapados y cegados con tantos luminosos. Su escaso compromiso con las causas justas y verdaderas nos hacen perder la paz.

La enfermedad nos asalta sin esperarla. Nos descoloca y perdemos norte y seguridad. Y no solo una enfermedad incurable sino aquellas que vienen por derecho sabiéndonos débiles por la edad y el poco cuidado que hemos tenido de nuestro cuerpo.

Las personas en las que confiábamos se vuelven en contra nuestra, en el trabajo, en la familia, en la comunidad. Nos quedamos resentidos, en paz con nosotros mismo pero "en guerra con nuestras entrañas", como decía el poeta.

El trabajo cada día más difícil y más precario. Y la crisis nos ha cogido desprevenidos y sin recursos. Los hijos mayores todavía están sin trabajo y no tenemos más remedio que darles cobijo y ayudarles en las hipotecas. Esta situación nos deja empobrecidos de cuerpo y alma.

Y así un sin fin de temas que nos dejan turbados en lo más profundo. ... El Señor también nos dice: no perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí.

¿Es verdad en mi vida? ¿Adoro y confío?

2. EN LA CASA DEL PADRE CABEMOS TODOS

En la casa del Padre hay muchas habitaciones. En la casa del Padre cabemos todos: los más pobres que no han tenido casa propia, los hijos pródigos que anhelan regresar, aquellos que han trabajado con honestidad y dedicación para llevar una casa de familia adelante y aquellos otros que han dejado familia para dedicarse de lleno a los más desfavorecidos. Todos los misioneros y misioneras. Todos los voluntarios solidarios. Todos anhelamos llegar a esa casa donde ya no habrá llanto ni dolor, así lo esperamos porque Jesús nos lo ha prometido.

Anhelar esa casa ¿no es comenzar a practicarla desde aquí abajo y desde ahora mismo compartiendo y dejando sitio?

3. JESÚS: CAMINO, VERDAD Y VIDA

Para ir a Dios, para conocerlo, hay que caminar con Jesús, que es el camino y el acompañante. Y podemos preguntarnos ¿donde está Jesús? Está dentro de mí, en la comunidad, en los más pequeños y deshereda-dos, en su palabra, en todo gesto de ternura hacia el hermano, en toda crítica serena ante la injusticia, en toda lucha por liberar las ataduras personales o estructurales.

Todos, a nivel personal y comunitario, tenemos que recorrer un camino. El camino expresa dinamismo y vida. Es madurez, plenitud de todas las potencialidades que se nos ha dado. Jesús marca la dirección: es el camino que él mismo ha abierto y trazado, el de la solidaridad con el hombre y la entrega sin reservas. Ahí se encuentra el éxito de la vida, la vida definitiva. Todo otro camino lleva a la nada, a la muerte. En ese amor por el hombre se encu-entra al Padre. Y Jesús acompaña siempre a los suyos en ese camino. No es solamente individual sino comunitario. Su muerte no interrumpe el contacto.

Es verdad porque el proyecto de Dios en Jesús se nos comunica y se realiza: ser hijos y por lo tanto herma-nos.

Es vida, porque la que él tiene en plenitud la ofrece a quienes estén dispuestos a recibirla: el Espíritu que da vida.

¿Que decir y compartir de lo leído y rezado?

4. CONOCER A JESUS ES CONOCER AL PADRE

Bien es cierto que vamos conociendo facetas, sentimientos, actitudes, hechos y palabras de Jesús en nuestra oración personal y comunitaria. El estudio de evangelio que hacemos cada semana nos está ayudando muy mucho. Las reuniones de grupo nos abren luces insospechadas de un Cristo vivo y presente. Sentimos en nuestras vidas su presencia continua y escuchamos en lo más profundo sus palabras de ánimo y de perdón.

Y porque lo vamos conociendo, vamos conociendo a un Dios nuevo y distinto del que nos enseñaron. Porque el único Dios es el Dios de Jesús. El es la imagen del Dios invisible. No todos los dioses son el Dios de Jesús.

¿Qué puedo aportar de mi experiencia a este punto?

5. YO ESTOY EN EL PADRE

Jesús nos revela al verdadero Dios. Jesús mismo es Dios. En el se manifiesta la ternura y el amor de Dios. Conocer a Jesús es ir por buen camino. El se ofrece sin imposiciones. Pero toda su fuerza y potencia se convierte en debilidad si el hombre no lo acepta.

¿Me abro al conocimiento y al amor que Dios me tiene?

¿Voy descubriendo en Jesús al Dios verdadero?

¿Que facetas me siento llamado a vivirlas con más intensidad?

Hacer obras mayores. ¿Yo tan pequeño y tan cobarde? ¿Yo, que me rajo ante cualquier compromiso? Pero primero dice: el que crea en mí. La fuerza está en El. ¿La tengo?

CMS Trigueros

2 comentarios:

cmsbadalona dijo...

Para los cristianos el camino al Padre es dejarse guiar por Jesús, por su Palabra de Verdad, y acoger el don de su vida.
Sólo Jesús encarnado es el camino, la verdad y la vida.
"Todo nuestro bien y remedio es la sacratísima humanidad de nuestro Señor Jesucristo". (Sta. Teresa de Jesús)-(castillo interior 7,6)

CMS Trigueros dijo...

Camino, verdad y vida. Todo eso eres Tú Señor para mí. Tú me lo has dicho y yo así lo creo.
Camino por el que quiero ir hacia ti. Verdad que yo creo, y vida que quiero vivir contigo.
Camino para recorrer la vida y para llegar a la Vida.
Verdad que creo y veo en este tiempo de Pascua cuando te dejas ver resucitado por los que te quieren.
Señor, ayúdame a no salirme del camino, a verte en cada recodo para poder disfrutar del Reino que nos ofreces.

La verdad es la vida y el alimento del Espiritu CV. Lec.49
F.Palau