sábado, 20 de julio de 2013

San Elías profeta y padre nuestro


“Se oyó una voz que le decía: ¿Qué haces aquí, Elías?” Respondió: “Me consume el celo por el Señor, Dios de los Ejércitos, porque los israelitas te han abandonado, derribando tus altares y dando muerte a tus profetas. Sólo quedo yo, y quieren matarme” 1 Re 13b-14.
      Aparece el profeta Elías en las Sagradas Escrituras como el hombre de Dios “un profeta como fuego, cuyas palabras eran horno encendido” que camina sin descanso en la presencia del Señor “para reconciliar a padres con hijos, y restablecer las tribus de Israel” y que, abrasado de celo, lucha en defensa del culto del único Dios verdadero. “El vindicó los derechos de Yahvé en público desafío celebrado en el Carmelo. Poco después recibía en el monte Horeb la gracia de la íntima experiencia del Dios vivo. Los primeros ermitaños que iniciaron la vida cenobítica en honor de la Virgen María en el Monte Carmelo, allá por el siglo XII, pusieron los ojos en Elías conforme a la tradición monástica, tomando al Profeta junto con la Madre de Dios como modelo de su vida”.

Profeta de la llama y de la altura,
testigo del Dios vivo y transparente
que hace brotar un agua de ternura
y un huracán del fuego incandescente.

Sobre la cima del Carmelo, ilesa

sube en brisa y cristal la nubecilla.
Se abre una lluvia fértil de promesa
y esboza una Rosa sin mancilla.

Y adora Elías el azul vestigio

de una Virgen y Madre. De la bruma
del poderoso mar subió el prodigio
hecho maternidad desde la espuma.

Por el rostro de fuego del Profeta

cruzó un viento de sueño y profecía.
La llanura del mar, amarga y quieta,
alumbró el limpio gozo de maría. Amén.

(De los Oficios del Carmelo Teresiano)

Pedro Sergio Donoso
caminando-con-jesus.org 

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