jueves, 5 de enero de 2012

FELIZ FIESTA DE EPIFANÍA 2012


Donde el 6 de enero es festivo, se conserva esta fecha para celebrar la fiesta de la Epifanía y el domingo siguiente la del bautismo de Jesús. Donde el 6 no es festivo, la Epifanía se celebra el domingo después de Santa María, Madre de Dios (este año, el 8 de enero) y el bautismo del Señor el lunes siguiente (el día 9).

Epifanía es una palabra griega que significa “manifestación”. Efectivamente, en ella celebramos que Dios se ha manifestado en Cristo, que ha venido a nuestro encuentro, que se ha revelado. De manera especial se manifestó a los pastores de Belén (primicia del pueblo judío que adora a Jesús) y a los magos de Oriente (primicia de los pueblos paganos, de los no judíos que también están llamados a la salvación). En realidad toda la vida terrena de Jesús fue una manifestación del amor de Dios. Ante todo, Jesús es el “revelador” del Padre, “la imagen visible del Dios invisible” (Col 1,15), tal como afirma san Pablo.

La fiesta de hoy nos muestra, una vez más, la esencia del cristianismo: Durante siglos, el ser humano ha buscado conocer a Dios. Del deseo de Dios que arde en el corazón humano surgieron todas las religiones. Como dice san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. El deseo de Dios responde al fin para el que fuimos creados, ya que Dios nos hizo a su propia imagen y semejanza, con capacidad de entrar en comunión con Él, para comunicarnos su vida, para hacernos miembros de su familia. Desde entonces, el hombre ha buscado a Dios. Sin embargo, Dios es más grande que todo lo que el hombre puede explicar, que todo lo que puede experimentar, que todo lo que puede imaginar. En principio, Dios es inalcanzable para el hombre. El hombre lo desea y lo necesita, pero no puede comprenderlo ni alcanzarlo solo con sus fuerzas.

Sin embargo, Dios no nos da deseos irrealizables. Nos ha creado con capacidad de infinito y no puede permitir que se frustre su proyecto, lo que sucedería si no alcanzáramos el fin para el que fuimos creados. Por eso, “al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer” (Gal 4,4), “hecho semejante en todo a nosotros” (Flp 2,7) “menos en el pecado” (Heb 4,15). Él (Jesús) es el revelador definitivo. Todo lo que las religiones intuían (a veces con más acierto, a veces con menos), lo bueno, lo hermoso y lo verdadero que el hombre buscaba, sin saber exactamente dónde encontrarlo, se ha manifestado en Cristo. El cristianismo no es, pues, una religión más, en la que los hombres buscan a Dios y hablan de Él. El cristianismo es, ante todo, el misterio de Dios que busca al hombre y le habla en Cristo. Por eso afirma san Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). Todas las anteriores revelaciones de Dios eran parciales (la Escritura dice que Moisés, el mayor amigo de Dios en la antigüedad, solo pudo ver “sus espaldas”; es decir, que pudo experimentar algo pequeño y secundario de Dios). Pero, en el momento definitivo, Dios ha entrado en nuestra historia, se ha hecho “comprensible” para nosotros, ha hablado un lenguaje humano, nos ha dejado ver su rostro.

Los días pasados hemos leído en la misa la primera carta de san Juan, que empieza así: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida […]; eso que hemos visto y oído os lo anunciamos” (Jn 1,1ss). Esto es el cristianismo: hacer experiencia de la vida eterna, que se nos ha manifestado en Cristo. Ante todo, no es un conjunto de doctrinas o unas normas morales. En primer lugar, el cristianismo es Cristo, su gracia, su amor, su paz, su bendición. Las otras cosas vienen después.

Hermanos, Dios se ha manifestado en Cristo. Y lo ha hecho como amigo de los hombres, dulce y tierno, compasivo y misericordioso. Alegrémonos y démosle gracias. Bendigamos siempre su nombre: Señor Jesús, te bendigo, te alabo, te doy gracias porque nos has revelado el amor de Dios Padre, porque nos has manifestado su proyecto de salvación sobre nosotros, porque nos has convertido en miembros de tu familia, porque has derramado sobre nosotros tu Espíritu Santo. A ti la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.

Si alguien quiere profundizar en la historia y teología de la fiesta de Epifanía, puede leer el texto que envié el año pasado:

http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/ESDM/LAEPIFANIA.htm

Si alguien quiere profundizar en la historia y teología de la fiesta del bautismo del Señor, puede leer el texto que envié el año pasado:

http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/ESDM/ELBAUTISMO.htm

P. Eduardo Sanz de Miguel OCD

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