sábado, 5 de febrero de 2011

LA MISIÓN



Francisco Palau, vivió la Iglesia en clave de fe y de entrega incondicional, luchó y buscó hasta que le fue revelada su misión en la Iglesia, una Iglesia que se le manifestó como DIOS Y LOS PRÓJIMOS a quien sirvió como misionero incansable.

Enamorado del silencio, del retiro y de la soledad, es y se siente apóstol de actividad múltiple y desbordante, predicador hasta la saciedad: ve la recristianización del ambiente español y europeo como una auténtica obra de evangelización.

Mateo nos recuerda las palabras en las que Jesús habla de la misión de los cristianos: ser sal y luz del mundo.

Los creyentes tenemos una responsabilidad, no podemos evadirnos, Jesús nos invita una vez más a seguir ilusionados y esperanzados a no desfallecer. El testimonio cristiano está dotado de visibilidad y responde a una exigencia misionera, es decir hacer visible en nuestra vida la fuerza transformadora del evangelio.

“Dar gloria a vuestro Padre” “Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”. Ha de resplandecer la virtud de la caridad, la preocupación por los otros, para llevar la verdad a todos los seres del mundo, mostrando el camino de salvación.

El proceso de una interpretación de la Palabra no es sólo intelectual sino también vital, que reclama una total implicación en la vida eclesial. La Palabra de Dios interpela nuestra vida y la llama constantemente a la conversión.

“El encuentro personal con Cristo ilumina la vida con una nueva luz, nos conduce por el buen camino y nos compromete a ser sus testigos. Con el nuevo modo que Él nos proporciona de ver el mundo y las personas, nos hace penetrar más profundamente en el misterio de la fe, que no es sólo acoger y ratificar con la inteligencia un conjunto de enunciados teóricos, sino asimilar una experiencia, vivir una verdad, es sal y luz de toda la realidad.(Cf,veritatis splendor,88) (J. Pablo II).

“Le repito, mi amadísima hija, entre el templo de su alma; póngase allí en silencio y escuche la voz de su rey Salomón, que desde el trono del altar que hay en el fondo de su corazón, le habla siempre. Con fidelidad, con cuidado, con toda perfección, esfuércese en poner en práctica sus consejos. Camine según su Palabra que él le anuncia en el secreto de su corazón y vivirá eternamente” (carta 1,2 Fco. Palau). En la oración mira si en ti hay acuerdo entre Dios y tu alma.

La sal de cada uno será su vida interior desbordada en forma de virtudes, que son como las flores del huerto que cada cual debe cultivar. Para que el huerto dé flores necesita agua, el agua de la oración.

Que nuestra vida escondida con Cristo no sea para nosotros, que sea para Dios (Rm.14.7) , y como María, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica su Palabra.

Conchita C.M.S. Badalona

1 comentario:

CMS Trigueros dijo...

Francisco Palas nos dice

La obra grande de Dios en el hombre se labra en el
interior. El orden que aparece y se manifiesta afuera es obra
y efecto del orden interior.


nos llama Jesús “sal de la tierra".
En esta gran olla, que es nuestro mundo, hay toda clase de ingredientes: droga, violencia,
abuso sexual, explotación, esclavitud, avaricia, escándalos…
Y el Señor nos dice: “ Ustedes son la sal ”.
La sal sirve para preservar los alimentos, la sal es fuente de vida. Da sabor a la comida, la
preserva. La sal no es egoísta, se diluye, no se ve, es simplemente para los demás.
La sal se parece a lo s lentes en que ambos son pequeños, pero su utilidad es muy grande.
Esta es nuestra misión: ser sal, dar sabor a esta enorme olla, dar el sabor del bien, del
servicio, de la generosidad, del evangelio, de la cruz de Jesús crucificado en su cuerpo
moral es el objeto de toda la solicitud y cuidado del alma.
preservar
nuestro ambiente, nuestro barrio, nuestra comunidad para que no se corrompa, para que la vida
florezca, para que la paz y la justicia sean para todos, para que la salvación de Cristo llegue a todos,
para que el mal y el maligno no triunfen.
No
podemos aislarnos y dividirnos en grupos, a quienes el mundo no presta atención. Debemos ser una
fuerza organizada y hacernos sentir. Unidos podemos más.

nos llama Jesús ‘luz del mundo’?
Cristo quiere que cada uno de nosotros sea una luz – unos más pequeños otros más grandes,
pero todos brillando – mil puntos de luz – un cielo estrellado! Si cada cristiano encendiera su luz, el
mundo sería muy diferente. Cristo quiere que vayamos a sembrar e irradiar luz.
En la vida humana hay valores importantes por los cuales luchar y comprometernos: el pueblo,
la familia, la educación cristiana, la formación de criterios de vida y de acción, la justicia, la libertad...
En un mundo de tinieblas estamos llamados a trabajar por el triunfo de la luz, desde las
pequeñas actividades de cada día.
Jesús nos pide no sólo hablar de Él, sino sobre todo dar testimonio, ser testigo de Él, que vean
nuestras buenas obras de servir a los demás.
¿Basta con iluminar?
Debemos ser no sólo luz, sino llama que calienta y cambia el mundo,
Debemos ser termostatos, no simplemente termómetros.

Eso debemos ser nosotros: un fuego que enciende otros fuegos.
La caridad tiene dos actos, prorrumpe en el alma en dos
operaciones: primera, une el alma con Dios. Segunda, unida
con Dios, la dedica al bien de los prójimos.

CMS Trigueros