viernes, 6 de abril de 2012
VIERNES SANTO
El Viernes Santo. Durante los primeros siglos del
cristianismo, la Pascua era la celebración conjunta de toda la historia de la
salvación y de todo el misterio de Cristo, subrayando su pasión. Siguiendo a
san Juan, la pasión era identificada con la glorificación de Cristo. Con el
pasar del tiempo, se distinguirán ambos aspectos en celebraciones separadas. A
finales del s. IV, la beata Egeria testimonia en Jerusalén una adoración de la
cruz, que duraba toda la mañana, y una liturgia de la Palabra, con numerosas
lecturas, que duraba toda la tarde. La adoración se extendió a las iglesias que
poseían reliquias de la cruz, para terminar siendo una práctica general.
También se dramatizó el rito, con el descubrimiento y ostentación de la cruz,
acompañado de postraciones. La actual liturgia del Viernes Santo es el fruto de
la síntesis de tradiciones diversas. Su estructura celebrativa consta de cuatro
partes: la pasión proclamada (liturgia de la Palabra), la pasión invocada
(oraciones solemnes), la pasión venerada (adoración de la cruz) y la pasión
comulgada (comunión eucarística).
El Via Crucis.
La Iglesia no solo celebra su fe con la liturgia. En concreto, el Viernes
Santo, la manifiesta con varios ejercicios de piedad, como el Via Crucis, las procesiones de la Pasión
y el recuerdo de los dolores de la Virgen María. El Papa dice que el Via Crucis consiste en «evocar con fe
las etapas de la pasión de Cristo [… para] contemplar los sufrimientos y la
angustia que nuestro Redentor tuvo que soportar en la hora del gran dolor, que
marcó la cumbre de su misión terrena» (Discurso al finalizar el Via Crucis en el Coliseo, 21-03-2008).
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
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