La primera sensación que tuve al llegar a la India es de caos: los claxon de los coches, risops, motocicletas, bicis, autobuses, se entremezclan sin ningún orden en las calzadas, mientras intentan cruzar la calle animales y personas. Pero el gran atasco, se resuelve sin discusiones y sin stress, ya que donde hay dos calzadas, caben sin problema tres vehículos o cuatro dependiendo del tamaño, y percibes que en medio del aparente desorden hay otro orden arbitrario pero que hace funcionar las cosas.
Pero ante todo lo que más me ha gustado de la India es su color y su alegría. La gente es amable, sonríe, no tiene prisa, les gusta bailar y cantar. Los sharis amarillos, naranjas, azules, rojos… colores alegres para vestir ojos grandes y sonrisas.
He sido feliz durante el mes de febrero en Relwa, una de las cuatro casas-internado de niñas con un pequeño dispensario médico que las hermanas Carmelitas Misioneras tienen en el Gujarat. Allí llevan más de 40 años trabajando con los Adivasis, antigüos aborígenes de la selva, sin casta ni reconocimiento social. Vivían en la selva, hasta que esta desapareció .El incremento del precio de la madera de teca en el mercado occidental y la avaricia de los gobiernos locales hizo que se talara de la noche a la mañana, dejándoles sin techo y sin su economía de subsistencia. En estos años, las carmelitas les han ayudado a construir sus aldeas con casas de adobe, pozos para conseguir aguas subterráneas potables, con los internados favorecen la educación de las niñas y con los dispensarios les dan una cobertura sanitaria mínima. Deberíamos replantearnos la importancia del comercio justo y del consumo responsable, ya que muchas veces no somos conscientes de las repercusiones en países más pobres.
La población de esta zona rural no padece hambruna, pero si tiene importantes déficits nutricionales de vitaminas y proteinas, bajo peso y las enfermedades típicas de la zona: malaria, sarna y parásitos intestinales. A estas se suman, casos de lepra, tuberculosis y SIDA, y otras como asma e hipertensión arterial son también bastante frecuentes. En el dispensario, trabajando junto con Teresa Artacoz, Genaben y Sainika, recibes del paciente respeto y agradecimiento, ya tan raros de obtener en mi consulta como médico en Madrid y aprendes a no desperdiciar nada de material ni de medicación.
Lo que más me ha llamado la atención de los Adivasis es su hospitalidad. Por las tardes se vista a las familias en las aldeas. Te acogen con alegría, te ofrecen el mejor sitio de la casa (una esterilla, una cama vieja que es el único mueble de la casa o una silla de plástico que han pedido prestada a la vecina) y lo que tienen para comer,¡ aunque ellos no puedan comer ese día!. ¿Y nosotros?, ¡ como nos cuesta compartir de lo que nos sobra!.
La vivencia de la Fe Católica entre aquellos que la han acogido, es también sorprendente. Una cruz pintada marca las puertas de las casas, un rincón sirve de oratorio con una imagen de Cristo y una Biblia envuelta en periódico para que no se ensucie, los cantos acompañados por palmas en profunda meditación de las celebraciones Eucarísticas…Aquellos que nada tienen todo lo esperan de Dios-Padre. Se vive el presente y se confía en la Providencia. La vida es un don que se agradece cada día, aunque las necesidades básicas estén pobremente cubiertas. (¿Dónde está nuestro agradecimiento por todo lo que tenemos?¿dónde la alegría en las Eucaristías?...).
He regresado con muchos interrogantes y con sólo una respuesta: en nuestras manos está ayudar económicamente, ya que gracias a los donativos y los apadrinamientos las hermanas pueden seguir ayudando al desarrollo de la zona, en las suyas hacernos comprender el valor de una sonrisa.
Susana Sánchez Alonso
CMS .Valladolid.
3 comentarios:
EXCELENTE NOTA,MUY LINDA EXPERIENCIA .GRACIAS POR COMPARTIRLA
Muchas Gracias Susana por compartir tu experiencia y llevarnos a todos esos rincones donde el espíritu del Padre Palau sigue firme y decidido a hacer algo por los más necesitados
coutuDe Beja, Portugal, Beijinho para a Susana
Rosa
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