Estas fechas son muy oportunas para reflexionar sobre el paso del tiempo y el uso que hacemos de él. Ante todo, tenemos que dar gracias a Dios por el tiempo de vida que nos concede, sea largo o corto, independientemente de las circunstancias que nos toquen vivir. La vida es un regalo y cada nuevo día es una oportunidad. En segundo lugar, tenemos que pedir perdón por el tiempo malgastado en obras malas (los pecados) y en otras que, sin ser malas, tampoco eran buenas (las faltas de omisión, el bien que pudimos hacer y no hicimos). También podemos aprovechar para interceder por los que amamos, por los que sufren y por los que no conocen a Dios, suplicando a Dios que tenga misericordia de todos. Por último, debemos poner nuestra vida entera en manos del Señor: el pasado, el presente y el futuro; sabiendo que Él quiere lo mejor para nosotros y que Él sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene. Con confianza absoluta y con deseos de que su voluntad se cumpla en nosotros.
No importa cuántos años tienes ni cuáles son las circunstancias concretas de tu vida en estos momentos. Hoy, aquí y ahora, es el tiempo de la gracia y de la salvación para ti. Cristo, el Hijo eterno de Dios ha entrado en nuestra historia y permanece con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Él no espera a que seas bueno para darte su gracia. Te la ofrece hoy, en este momento. Y te la ofrece gratis. Basta que quieras recibirla con el corazón agradecido. Por ti se ha hecho hombre, por ti ha asumido la debilidad, la pobreza, el frío, los sufrimientos y la muerte. Por ti se queda en la Eucaristía y para ti actúa en los sacramentos de la Iglesia.
Al respecto, san Pablo tiene un texto precioso, que dice: “Les suplicamos que no hagan inútil la gracia de Dios que han recibido. Dice la Escritura: En el momento fijado te escuché, en el día de la salvación te ayudé. Pues bien: éste es el momento favorable, éste es el día de la salvación” (2Cor 6,1-2). A veces estamos tentados de pensar que otros tiempos fueron mejores: cuando teníamos más salud, cuando éramos más jóvenes, cuando vivíamos en un determinado lugar. Pero san Pablo dice: “Éste es el momento favorable, éste es el día de la salvación”. No ayer; no mañana; hoy. En este momento concreto, con sus luces y sus sombras, el Señor me ofrece su gracia y me invita a su amistad. Siempre hay personas que acogen su gracia y personas que la rechazan. Por eso, también nos invita a no hacer inútil la gracia que hemos recibido; es decir, a no desperdiciarla, a acogerla y a dejarla actuar en nuestra vida.
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
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