“Se oyó una voz que le decía: ¿Qué
haces aquí, Elías?” Respondió: “Me consume el celo por el Señor, Dios de
los Ejércitos, porque los israelitas te han abandonado, derribando tus
altares y dando muerte a tus profetas. Sólo quedo yo, y quieren matarme”
1 Re 13b-14.
Aparece el
profeta Elías en las Sagradas Escrituras como el hombre de Dios “un
profeta como fuego, cuyas palabras eran horno encendido” que camina sin
descanso en la presencia del Señor “para reconciliar a padres con hijos,
y restablecer las tribus de Israel” y que, abrasado de celo, lucha en
defensa del culto del único Dios verdadero. “El vindicó los derechos de
Yahvé en público desafío celebrado en el Carmelo. Poco después recibía
en el monte Horeb la gracia de la íntima experiencia del Dios vivo. Los
primeros ermitaños que iniciaron la vida cenobítica en honor de la
Virgen María en el Monte Carmelo, allá por el siglo XII, pusieron los
ojos en Elías conforme a la tradición monástica, tomando al Profeta
junto con la Madre de Dios como modelo de su vida”.
Profeta de la llama y de la altura,
testigo del Dios vivo y transparente
que hace brotar un agua de ternura
y un huracán del fuego incandescente.
Sobre la cima del Carmelo, ilesa
sube en brisa y cristal la nubecilla.
Se abre una lluvia fértil de promesa
y esboza una Rosa sin mancilla.
Y adora Elías el azul vestigio
de una Virgen y Madre. De la bruma
del poderoso mar subió el prodigio
hecho maternidad desde la espuma.
Por el rostro de fuego del Profeta
cruzó un viento de sueño y profecía.
La llanura del mar, amarga y quieta,
alumbró el limpio gozo de maría. Amén.
(De los Oficios del Carmelo Teresiano)
Pedro Sergio Donoso
caminando-con-jesus.org
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