miércoles, 20 de marzo de 2013
Iba a contemplar a su Amada...
En aquella
hora en la que iba a contemplar a su Amada «cara a cara», sin velos.
Después de besar repetidamente su arma de
combate, el crucifijo, fue cerrando sus ojos
lentamente mientras una graciosa sonrisa se dibujaba en sus labios, la sonrisa
causada por la hermosura infinita que comenzaba a descubrírsele, y que cambiaba
su suerte, trocando las tinieblas de la vida terrena por la luz esplendorosa de
la Patria Celestial.
Era «el día
20 de marzo de 1872, miércoles, día de San Aniceto, estando la luna a los
cuatro días de su cuarto creciente y a las siete y media de la mañana».
El P.
Francisco, al contemplar a sus hijos desde el cielo se alegra reconociendo en ellos... “ La
Obra de Dios”.
“Vivo
y viviré por la Iglesia, muero y moriré por ella”
En su trayectoria vital su anhelo era servir a la Iglesia en los
pobres, en los desamparados, en los ancianos… En una palabra, todo el mundo que
sufría.
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