1.- Retomamos, después de la solemnidad del Corpus, los domingos del Tiempo Ordinario (en su número catorce) y lo hacemos escuchando un evangelio que nos invita a la esperanza y al sosiego:
“Venid a mí los cansados y agobiados y yo os aliviaré”.
--¿De qué está el mundo cansado? Unas veces de la falta de respuestas a las exigencias de la felicidad del hombre y, otras, de insatisfacción ante tantos sucedáneos que –lejos llevarnos a bienestar auténtico- nos convierten en simple marionetas en manos de los poderosos.
--¿De quién o de qué está el hombre indignado? Unas veces de las promesas que no se cumplen y, otras, de aquellas que se llevan a cabo pero no en beneficio de todos. De aquellos derechos que, por simples leyes, convierten a unos en verdugos y a otros en víctimas en manos de los otros.
--¿Por qué está la sociedad y el hombre decepcionados? Entre otras cosas porque ya no sabe por dónde ir, ni dónde encontrar el verdadero descanso. Porque, el ritmo tan vertiginoso que llevamos en el día a día, se convierte en un yugo insoportable y solitario, insolidario y materialista, que nos hace sentir que algo no funciona bien; que no vivimos dignamente, que la vida que llevamos no es vida.
2. ¿Dónde está la respuesta a nuestras aspiraciones? Ni más ni menos en el retorno al Seor. Hay un viejo proverbio que dice “tus penas en el hombro de un amigo quedan divididas por dos”. «Cualquier otra carga, decía san Agustín, te oprime y abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas parece que le alivias el peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás cómo vuela» (Sermón 126).
Que la Virgen María, en este tiempo ordinario que retomamos, nos haga disfrutar del oasis de paz y de energía espiritual y humana que es Jesucristo. Para el cristiano no existen los momentos críticos sino la mano de Dios que sale a su encuentro cuando le confía sus angustias, temores y luchas.
QUÍTAME PESO, SEÑOR
Del yugo de mis prisas, para que caminando contigo,
me detenga ante lo importante y esencial de la vida
y pase de largo de aquello que no me deja vivir en paz
Del yugo de mis cansancios, para que apoyándome en Ti,
avance seguro y firme por los senderos de tu verdad
QUÍTAME PESO, SEÑOR
De las ansiedades que producen el tener y el aparentar
y, disfrutando de lo que poseo,
te dé gracias por ser mi compañero, amigo y confidente
QUÍTAME PESO, SEÑOR
Del yugo de mis decepciones y de mis expectativas,
de mis egoísmos y vanidades
para que, fijándome en Ti
crea firmemente que, entre todo lo bueno, eres lo mejor:
pecho en el que poder arrimarme para escucharte
hombro en el que apoyarme para progresar
corazón en el que poder asomarme para amar
oasis en el que poder sentarme para descansar
¡QUÍTAME, DEL YUGO DE MI VIDA, ALGO DE PESO… SEÑOR!
CMS Trigueros
1 comentario:
Cuando se acepta el mandamiento de Jesús, la carga es una fuente de consuelo y de apacible serenidad. La fe en Cristo no elimina el dolor de la vida ni el sinsabor de la dificultad o el fracaso, pero fortalece el ánimo y da cordura para afrontarlos sin que el corazón y la bondad esencial se resientan. Se hace frente a todo con la fortaleza que dan la mansedumbre y la humildad. Todo el que ama de modo verdadero se eleva interiormente y se serena. El miedo y sus sombras -el resentimiento y el odio- llenan el ánimo de agitación y amargura.
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