La octava de Pascua y el tiempo pascual
La octava surgió como consecuencia de la práctica bautismal. Igual que en Cuaresma los catecúmenos eran introducidos en los contenidos de la fe con catequesis adecuadas, durante los ocho días que seguían al bautismo, los neófitos recibían la mistagogía o explicación de los misterios. Hasta entonces no se les comunicaban los contenidos de la Eucaristía. Lo justificaban con las palabras del Señor: «No deis lo santo a los perros ni echéis perlas a los puercos» (Mt 7,6). La beata Egeria testimonia su extensión universal a finales del s. IV: «Las fiestas pascuales son celebradas en la tarde, como entre nosotros, y durante los ocho días pascuales se hacen los divinos oficios por su orden, como se hacen en todas partes» (Itinerario 39,1).
En Roma, los recién bautizados participaban durante toda la octava en la Eucaristía revestidos con las túnicas blancas que habían recibido en la vigilia pascual. Al concluirla, las depositaban sobre la tumba de san Pancracio, en el Gianicolo. De ahí tomaron el nombre el sábado y el domingo In albis. La costumbre se ha mantenido hasta el presente. En el día octavo, también los bautizados el año anterior renovaban sus promesas bautismales en la llamada Pascha annotinum, como conmemoración del propio bautismo.
La cincuentena. Durante los primeros siglos del cristianismo, al mismo tiempo que se fue configurando un tiempo de preparación para la Pascua (la Cuaresma), surgió una prolongación de la misma en un periodo de alegría que duraba 50 días y fue llamado Pentekosté, ya testimoniado por algunos textos del s. II, que prohíben arrodillarse en esos días, así como por Tertuliano († c. 220) y Orígenes († 254). El término fue tomado de la Biblia griega (Tob 2,1; 2Mac 12,32), que lo usaba para traducir la fiesta de la siega (Ex 23,16) o de las semanas (una semana de semanas más un día festivo 7×7+1=50, tal como la explica Lv 23,15-16). En Canaán, los Ázimos suponían el inicio de la cosecha de los cereales, que concluía en Pentecostés. Los israelitas historizaron ambas fiestas, convirtiendo la del inicio de la siega en celebración de la salida de Egipto y la del final de la siega en celebración del don de la Ley, ocasión para ratificar anualmente la alianza del Sinaí.
En origen, Pentecostés no era una fiesta de un día, sino el conjunto de cincuenta días de fiesta en honor de la resurrección, pero pronto adquirirán especial importancia la primera semana (con catequesis mistagógicas para los neófitos, como ya hemos dicho), el día final (que terminó convirtiéndose en día bautismal, precedido por un ayuno de preparación y prolongado con una octava) y el cuarantésimo día (fiesta de la Ascensión, que ya san Agustín testimonia como observada por todo el mundo cristiano). Como sucedió con la Cuaresma, con el paso de los siglos se desfiguró el tiempo pascual, especialmente por la introducción de las rogativas (procesiones penitenciales) el día de san Marcos (25 de abril, llamada litania maior) y los tres días precedentes a la Ascensión (litaniae minores), así como por la prolongación de los cincuenta días con una octava de Pentecostés, a la que se terminaron mezclando las témporas de verano. La reforma postconciliar ha intentado recuperar su unidad interna.
Actualidad. El día de Pascua se prolonga festivamente durante una octava, con peculiaridades litúrgicas propias (canto diario del gloria, se repiten los mismos salmos en laudes y vísperas, etc.) y prosigue durante toda la cincuentena pascual. La primera lectura de todos los domingos está tomada de los Hechos de los Apóstoles y presenta el nacimiento de la Iglesia y la vida de los primeros cristianos. Casi todos los evangelios dominicales están tomados del evangelio según san Juan. El séptimo domingo de Pascua se celebra la Ascensión y el octavo Pentecostés, especialmente consagrado al don del Espíritu Santo, que Cristo sigue enviando desde el Padre. Los himnos de este tiempo son de especial belleza. Os propongo uno de ellos para la meditación:
¡Alegría!, ¡Alegría!, ¡Alegría!
La muerte, en huida,
ya va malherida.
Los sepulcros se quedan desiertos.
Decid a los muertos:
"¡Renace la Vida,
y la muerte ya va de vencida!"
Quien le lloró muerto
lo encontró en el huerto,
hortelano de rosas y olivos.
Decid a los vivos:
"¡Viole jardinero
quien le viera colgar del madero!"
Las puertas selladas
hoy son derribadas.
En el cielo se canta victoria.
Gritadle a la gloria
que hoy son asaltadas
por el hombre sus "muchas moradas"
2 comentarios:
Con los corazones llenos de alegría nos arrodillamos ante Ti. ¡Qué felicidad! Señor,
¿Qué he hecho para merecer esta gran alegría que inunda mi ser? Deseo vivir solo para beber
de Ti en el cáliz de todos los corazones. Todo lo que tengo lo pongo a Tus pies, porque te quiero solo a Ti. Dame Tu
bendición para que pueda dar ese amor a todos, para que conozcan Tu amor y mis buenos
deseos para ellos.
"¡VICTORIA,VICTORIA!"
Aclamaba una voz fuerte que se oía en el monte:
"HAS VENCIDO" MRel. 9,50
F Palau
¡Qué amoroso encuentro con el Señor Resucitado!
Hoy la Palabra de Dios sigue mirando al Cristo Resucitado, Él siempre sale al encuentro de los suyos.
Sólo Él puede renovar nuestros corazones y sólo Él nos da la paz que tanto necesitamos para abrir las puertas y ser testimonios de su Palabra;
LA PAZ ESTÉ CON VOSOTROS
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