Historia. Los judíos terminaban su cena pascual a media noche. Quizás para diferenciarse de ellos, los primeros cristianos la iniciaban entonces y la prolongaban hasta el amanecer. La Didascalía de los apóstoles describe cuatro momentos: el ayuno previo, una gran liturgia de la Palabra, la celebración eucarística y un banquete: «Ayunad los días de Pascua, a partir del día décimo […] Pasad toda la noche en vela, rezando y orando, leyendo los profetas, el evangelio y los salmos […] ofreced después vuestro sacrificio. Alegraos entonces y comed». Pronto se añadieron los ritos bautismales, que llegaron a ser su característica más distintiva. En la vigilia pascual, el bautizando se desnudaba y se introducía en el agua, donde era sumergido tres veces (símbolo de la participación en la muerte y resurrección de Cristo). Al salir era revestido de blanco, se le daba a beber un vaso de leche con miel y recibía una vela encendida, con la que se encaminaba al altar.
Cuando desaparecieron los bautismos de adultos, la vigilia se fue adelantando, hasta trasladarse a la mañana del sábado (que era llamado Sábado de Gloria). La reforma litúrgica del s. XX comenzó con la reinstauración de la vigilia pascual nocturna en 1951. Es decir, por el corazón y el núcleo inicial del año litúrgico. Hoy consta de cuatro partes: la liturgia de la luz (con la bendición del fuego y del cirio, del que se encienden la velas de los fieles, y el canto del exultet), la liturgia de la Palabra (que recorre las principales etapas de la historia de la salvación: creación, sacrificio de Abrahán, paso del Mar Rojo, promesas de los profetas, resurrección de Cristo y bautismo de los cristianos), la liturgia bautismal (con la bendición del agua, renovación de las promesas bautismales de todos los presentes y bautismo de los candidatos) y la liturgia eucarística (comunión con Cristo resucitado, que actualiza su sacrificio pascual).
¿Qué quiere decir resucitar de entre los muertos? Se lo preguntaron los discípulos después del primer anuncio de la muerte y resurrección (cf. Mc 9,10) y nos lo seguimos preguntando hoy. Ciertamente, la resurrección es el misterio central de la fe cristiana, fundamento de la fe y de la esperanza cristiana, que ha cambiado para siempre el curso de la historia. Si la historia de Cristo parecía fracasar con su muerte, adquirió un sentido nuevo a partir de su resurrección. La resurrección hizo que los discípulos repensaran toda la historia de Jesús, interpretándola a la luz del Antiguo Testamento, al que dio cumplimiento pleno. San Pablo llega a decir que, «si Cristo no ha resucitado, nuestra fe no tiene sentido» (1Cor 15,17). Pero, ¿qué significa realmente que Cristo ha resucitado?
Hasta el s. XX, la resurrección de Jesús fue interpretada de distintas maneras, pero ningún cristiano puso en duda su historicidad. Bultmann se propuso desmitologizar la Biblia. A partir de él, muchos autores del s. XX intentaron dar nuevas interpretaciones de la resurrección, reduciéndola a una experiencia psicológica, explicándola como la continuación en la historia de la memoria o de la causa de Jesús, lo que termina por vaciarla de contenido. Benedicto XVI lo ha denunciado, exponiendo las últimas consecuencias de estas teorías: «No faltan quienes de formas diversas la ponen en duda o incluso la niegan. El debilitamiento de la fe en la resurrección de Jesús debilita, como consecuencia, el testimonio de los creyentes. En efecto, si falla en la Iglesia la fe en la resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba» (Audiencia general, 26-04-2008). En otra ocasión, después de afirmar que la resurrección de Cristo no es la simple reanimación de un cadáver ni el regreso a la vida de antes de la muerte, añade: «Es – si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución – la mayor “mutación”, el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos […] ¿Qué sucedió? Jesús ya no está en el sepulcro. Está en una vida nueva del todo. Pero, ¿cómo pudo ocurrir eso? […] La resurrección fue como un estallido de luz, una explosión del amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del “morir y devenir”. Inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de manera transformada, y a través de la cual surge un mundo nuevo» (Homilía, 15-04-2006).
La historicidad de la resurrección. Nuestro lenguaje es insuficiente para explicar el misterio de la resurrección de Cristo. Por eso la Biblia y la liturgia lo cuentan por medio de símbolos. Pero eso no quita nada a su historicidad. Como cuando decimos que alguien es más bueno que el pan o que es dulce como la miel. Decimos verdades usando símbolos. De su historicidad depende la solidez de nuestra fe. Solo a partir de ella podemos seguir afirmando que el cristianismo no es leyenda y poesía, consuelo vano e infundado: la fe se apoya en el basamento firme de realidades ocurridas. La resurrección abre una puerta a la vida eterna, y nos permite el acceso a la vida de Dios. En este sentido, va más allá de la historia. Pero eso no elimina su historicidad, que es la prueba de su veracidad. El Papa ha repetido estas ideas en distintas ocasiones, lo que indica la importancia que concede a este argumento: «Es fundamental proclamar la resurrección de Jesús de Nazaret como acontecimiento real, histórico, atestiguado por muchos y autorizados testigos. Lo afirmamos con fuerza porque, también en nuestro tiempo, no falta quien trata de negar su historicidad reduciendo el relato evangélico a un mito, a una “visión” de los Apóstoles, retomando o presentando antiguas teorías, ya desgastadas, como nuevas y científicas» (Audiencia general, 15-04-2009).
Resucitó al tercer día, según las Escrituras. Encontramos esta afirmación en la más antigua confesión cristiana de la resurrección (1Cor 15,4). San Pablo dice que la recibió de la Iglesia y que se esfuerza por transmitirla fielmente. El Kerigma predicado por Pablo (y por los apóstoles antes de él) contiene dos características de la resurrección: que sucedió al tercer día y que se realizó según las Escrituras. El segundo punto significa que sucedió cumpliendo las Escrituras, según un proyecto eterno de Dios, por lo que el Antiguo Testamento sirve para explicar la resurrección y la resurrección sirve como clave de lectura del Antiguo Testamento. Detengámonos brevemente en el significado de la otra característica: Jesús resucitó «al tercer día».
En esta afirmación resuenan varias ideas tomadas del Antiguo Testamento, que ayudan a comprender el significado de la resurrección. En primer lugar, podemos recordar que en las descripciones de la celebración de la alianza junto al Sinaí, el tercer día es siempre el de la teofanía, es decir, el día en que Dios aparece y habla. En este sentido, la resurrección de Jesús «al tercer día» supone una manifestación de Dios en nuestra historia, para hacer alianza con los hombres.
Hay otro aspecto, aún más importante: los judíos pensaban que la corrupción comenzaba después del tercer día. Jesús resucita antes de que comience la corrupción. Es bueno recordar que Juan afirma que Lázaro ya había comenzado el proceso de descomposición, porque llevaba cuatro días en el sepulcro (cf. Jn 11,39). También encontramos aquí una referencia al Salmo 16 [15],10: «No me abandonarás en el abismo ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción». La versión griega de los LXX, que es la que cita siempre el Nuevo Testamento, lo traduce así: «No abandonarás mi vida en el sepulcro ni dejarás que tu Santo conozca la corrupción». Este texto fue muy usado por la primitiva comunidad para explicar la resurrección de Cristo (cf. Hch 2,25-33). Cuando san Pablo afirma que Jesús murió, fue sepultado y resucitó al tercer día, afirma el realismo de la muerte, que lo llevó al sepulcro, pero no a la corrupción, porque la muerte de Cristo fue una verdadera victoria sobre la muerte, que no tuvo la última palabra sobre Él. El proyecto de Dios sobre el hombre, tal como se ha manifestado en la resurrección de Cristo, es de vida eterna y no puede ser anulado ni por el pecado ni por la muerte.
Tradiciones pascuales. Teniendo la Pascua tanta importancia teológica y litúrgica, es natural que el pueblo cristiano la haya enriquecido con numerosas tradiciones. En España, Hispano América y en algunos lugares de Italia es muy común comenzar el día con la «procesión del encuentro». Un grupo de fieles sale de un templo con la imagen de Jesús resucitado. Otro grupo parte de otro oratorio con la imagen de la Virgen, envuelta de un manto negro. Cuando se encuentran, se canta el Regina coeli, se retira el manto de luto de la Virgen y tienen lugar otras manifestaciones de alegría, como soltar palomas y tirar dulces a los niños. En muchos lugares se mantiene la antigua costumbre de bendecir la carne y los huevos (antiguamente vetados durante la Cuaresma) y de tener comidas festivas con alimentos especiales (longaniza de Pascua, torta de Pascua…). El día se suele concluir con las «vísperas bautismales», con procesión al baptisterio y renovación de las promesas del bautismo. En muchos lugares, los días siguientes se bendicen las casas o se sigue llevando con solemnidad el Santísimo a los enfermos, para el cumplimiento del «precepto pascual», ya que el IV Concilio de Letrán determinó en 1215 la obligación de la comunión de los cristianos al menos una vez al año, el día de Pascua. Eugenio IV, en 1440, extendió la posibilidad de cumplir el precepto desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo In Albis. Hoy se alarga a todo el ciclo pascual. Termino con una hermosa poesía que explica el misterio pascual de una manera bellísima:
La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
2 comentarios:
Feliz Pascua de resurrección para todos
Resucitar es vivir con aire, con estilo, con plenitud de resucitados. ¿Quién prefiere la soledad del sepulcro, la tristeza, la amargura de la muerte?. Hoy puedes elegir el amor, la felicidad, la vida verdadera. ¡Hoy, Dios es tuyo. Debemos resucitar! Descubrir a Cristo resucitado, vencedor de la muerte, tiene su origen en dos hechos, inseparables el uno del otro: la tradición que nos brinda la iglesia y la experiencia de ese encuentro personal que invita a proclamar a todos esta verdad: ¡CRISTO VIVE! Muchos besos; desde CMS Trigueros
“¡GLORIA A TI, OH IGLESIA SANTA!. HAS TRIUNFADO EN LA SANGRE DEL CORDERO… Miel. 1, 20 F. Palau
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
Que la vivencia profunda del Misterio de la Pascua nos haga resucitar con Él a una vida verdaderamente nueva.
En comunión con tod@s queremos celebrar el gran misterio del Amor de Dios.
Muchas felicidades.
Con cariño
CARMELO MISIONERO SEGLAR
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