La Iglesia- escribe el Papa- le reconoce a cada ser humano la posibilidad de salir del país y entrar en otro en busca de mejores condiciones de vida.
Los Estados tienen el derecho de regular los flujos migratorios y defender sus fronteras, asegurando siempre el respeto debido a la dignidad de cada persona. Los inmigrantes, además, tienen el deber de integrarse en el país de acogida, respetar las leyes y la identidad nacional.
1 comentario:
Todos tenemos inmigrantes a nuestro alrededor, en todos los pueblos, hasta en
los más pequeños. Hemos de preguntarnos cómo les acogemos, si nos ponemos en su lugar, si les dedicamos algo de atención, si nos interesamos por su situación…
Podemos verlos como vecinos y conciudadanos o como competidores por un puesto de trabajo. Si sólo miramos la realidad de la emigración “de tejas a bajo”, como
se suele decir, nos perderemos lo mejor.
Los cristianos rezamos la oración que nos enseñó Jesús; en ella reconocemos que todos somos hermanos porque tenemos un Padre común al que le decimos Padre
nuestro. Debemos reconocer, como nos dice el Concilio Vaticano II, que todos los pueblos formamos una comunidad, que tenemos un mismo origen puesto que Dios hizo
habitar a todo el género humano sobre la faz de la tierra, y tenemos también un mismo
fin último, que es Dios, cuya providencia se extiende a todos. No vivimos unos al lado
de los otros por casualidad; todos estamos recorriendo el mismo camino como seres humanos y, por tanto, como hermanos y hermanas.
CMS Trigueros
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