Esta fiesta surge en el s. V en Oriente, con el título de la «Dormición de la Virgen» por influjo de algunos escritos apócrifos anteriores, como el Evangelio de Juan y el Tránsito de María. En Occidente fue asumida en el s. VII y encontró muy buena acogida desde el principio, aunque la declaración dogmática no tuvo lugar hasta 1950, durante el pontificado de Pío XII. La liturgia actual ofrece una profunda síntesis del significado de esta solemnidad, poniéndola en referencia a Cristo, a la Iglesia y al pleno cumplimiento de la esperanza cristiana. La liturgia de las horas, inspirándose en el Cantar de los Cantares, presenta a María como modelo de la Iglesia, enamorada de Cristo.
Benedicto XVI explica que, en María asunta al cielo, partícipe de la gloria de Cristo resucitado, contemplamos la culminación de su camino de fe: «Siguiendo a Jesús desde Belén hasta el destierro en Egipto, en la vida oculta y en la pública, hasta el pie de la cruz, María vive su constante ascensión hacia Dios […] En María elevada al cielo contemplamos la coronación de su fe» (Homilía, 15-08-2009). Partiendo del hecho central del cristianismo, que es el misterio pascual, en el que los cristianos somos incorporados por el bautismo, añade que su destino es también el nuestro si, como ella, perseveramos en la fe y en el seguimiento de Cristo: «Lo que san Pablo afirma de todos los hombres, la Iglesia, en su magisterio infalible, lo dice de María en un modo y sentido precisos: la Madre de Dios se inserta hasta tal punto en el Misterio de Cristo que es partícipe de la resurrección de su Hijo con todo su ser ya al final de su vida terrena; vive lo que nosotros esperamos al final de los tiempos […]; ya vive lo que proclamamos en el Credo: “Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”» (Homilía, 15-08-2010).
El Papa insiste en sus intervenciones en los sentimientos de gozo y esperanza que esta fiesta suscita en los cristianos: «La fiesta de hoy nos impulsa a elevar la mirada hacia el cielo. No un cielo hecho de ideas abstractas, ni tampoco un cielo imaginario creado por el arte, sino el cielo de la verdadera realidad, que es Dios mismo. Y Él es nuestra meta, la meta y la morada eterna, de la que provenimos y a la que tendemos» (Homilía, 15-08-2008).
El beato Francisco Palau y Quer, carmelita descalzo, tiene una preciosa doctrina en la que presenta a María como tipo de la Iglesia, como su modelo y su realización plena. Ella es, al mismo tiempo, parte de la Iglesia y su mejor realización histórica. La Iglesia (y cada cristiano) está llamada a vivir de fe, como María, a generar a Cristo permaneciendo virgen para Dios, a dar a luz a Cristo y ofrecerlo al mundo, a seguirle y servirle con corazón indiviso, a permanecer de pie junto a la cruz, a orar insistentemente para recibir el don del Espíritu Santo, con la esperanza de ser un día glorificada, como María asunta al cielo.
La fiesta de la Asunción ha dado lugar a numerosas obras de arte y manifestaciones de piedad, entre las que destaca el famoso Misterio de Elche, patrimonio de la humanidad. En este video podéis ver un resumen que explica su desarrollo:
http://www.youtube.com/watch?v=9qll5HRqdUA&feature=related
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
1 comentario:
Felicidades, María!
¡Felicidades por este premio que Dios te concede!
¡Felicidades por estar tan cerca del trono de la Gloria!
¡Felicidades por haber cumplido tanto y tan bien!
¡Felicidades por ser referente en nuestra vida de fe!
¡Felicidades por no conocer la corrupción!
¡Felicidades por tanto amor en el cielo!
¡Felicidades por ser Madre en la tierra!
¡Felicidades, y no olvides, guiarnos desde el cielo!
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